Para las tortugas marinas y alguien especial

Por: Lilly Briggs
14 de marzo de 2022

Si eres un lector habitual de este blog (¡gracias!), sabrás que me gustan *un poco* las aves, por lo que es comprensible que supongas que la gran diversidad de especies de aves en Costa Rica fue lo que me atrajo inicialmente a este país. 

¡Sorpresa! No eran pájaros, sino tortugas marinas.

Durante mi primer año de universidad, escuché (y me horroricé) la estadística de que solo tres de cada cien crías de tortuga marina sobreviven hasta la edad adulta. Sus probabilidades son desfavorables debido a muchos factores, desde los depredadores hasta la contaminación. Me dolió un poco reconocer que entre sus depredadores hay aves como las rapaces, que pueden disfrutar de un bocado fácil al cazar una tortuga diminuta y vulnerable que corretea por la arena entre el lugar de la playa donde acaba de nacer y las olas del gran océano azul que la atraen. 

Pero eso es parte del ciclo de la vida; lo que más me dolió fue enterarme de la cantidad de tortugas marinas que ni siquiera llegan a la etapa de correr por la arena debido a la pesca ilegal de huevos de tortuga. Es un desafío que Costa Rica, así como muchos otros países de esta región, han tenido que enfrentar, dando lugar a asociaciones sin fines de lucro como PRETOMA (Programa de Restauración de Tortugas Marinas). Para cumplir con su objetivo de “proteger, conservar y restaurar las poblaciones de tortugas marinas que utilizan el entorno marino de Costa Rica para anidar, alimentarse o migrar”, PRETOMA creó oportunidades de empleo y voluntariado en un pueblo costero del sur llamado Punta Banco para patrullar las playas todas las noches, documentar la actividad de anidación de las tortugas y trasladar los huevos de tortuga a un criadero protegido.

Al conocer el mandato de PRETOMA, mi misión personal quedó clara: viajar a Costa Rica y colaborar como voluntaria en su proyecto. Y tuve la suerte de poder compartir la aventura con una amiga muy especial, Nina Dobbin.

Así que, aunque quizás hayas pensado que el blog de hoy estaba dedicado únicamente a las tortugas, ¡te sorprenderé de nuevo! Está escrito en honor a Nina, con quien también comparto una larga historia de colaboración en iniciativas de educación ambiental. Antes de trabajar como voluntaria para PRETOMA en 2004, Nina y yo habíamos organizado eventos de la “Semana de la Tierra” en nuestra escuela secundaria de North Vancouver; hicimos divulgación ambiental en escuelas primarias locales; y lanzamos “Wavemakers”, que era nuestra miniorganización ambiental destinada a generar “olas positivas” en nuestra comunidad. Para hacerlo, ejecutamos planes de acción y cronogramas detallados con precisión militar que, en retrospectiva, fueron bastante impresionantes para dos adolescentes. 

Actualmente, Nina trabaja como epidemióloga para Health Canada y ha realizado importantes investigaciones sobre los efectos de la contaminación del aire en la salud. Actualmente, trabaja en el desarrollo de un sistema nacional de vigilancia de información sobre intoxicaciones y se convirtió en miembro de la Junta Directiva de la Asociación Ambiental Finca Cántaros.

¡Y ella es la primera amiga de Canadá que se enfrenta al complicado panorama de viajes de la era del Covid para venir a visitar a su familia!

Nina y yo estamos muy emocionadas de volver a reunirnos después de habernos visto por última vez hace más de dos años, y sentimos nostalgia por nuestra primera vez aquí en Costa Rica hace casi veinte años. Además de compartir ese viaje que me cambió la vida y ayudarme a desarrollar habilidades de planificación de proyectos que siguen siendo útiles para mí, he estado pensando en todas las formas en que estoy muy agradecida con Nina por una amistad que me ha inspirado a seguir luchando por el planeta y me ha apoyado emocionalmente durante todos los altibajos de ese trabajo. 

Además de estos viajes metafóricos al pasado, espero que Nina y yo podamos hacer uno literal a las hermosas playas de Punta Banco, donde una vez buscamos tortugas marinas. Y, como me gustan *un poco* las aves, donde Nina una vez sonrió pacientemente a pesar de mis espasmos de alegría por mi primer avistamiento de espectaculares guacamayos rojos.

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