Comprometerse con el compromiso, no solo con la esperanza, cuando se trata de la crisis climática

Por: Lilly Briggs
noviembre 19, 2021

"Tenemos demandas, no esperanza.”

COP26, la Cumbre Climática de las Naciones Unidas, acaba de terminar, y esas contundentes palabras de una joven activista climática son las que más me vienen a la mente. Ciertamente yo creo que la esperanza es importante en un mundo lleno de sufrimiento que puede parecer aterrador. Pero tal como esa joven activista, concuerdo en que necesitamos más que esperanza cuando se trata de la crisis climática e innumerables y críticos retos climáticos. Mientras que las palabras de esta joven activista se enviaron al mundo exterior, al colectivo de líderes mundiales y tomadores de decisiones, mis reflexiones se dirigen hacia todos nosotros individualmente (incluyéndome), a quienes genuinamente nos importa el destino del planeta y hacemos esfuerzos diariamente para reflejar esa preocupación en nuestras acciones.

La esperanza es un sentimiento hermoso. Algunas veces la sentiremos espontáneamente y en otras ocasiones la evocaremos activamente teniendo ciertos pensamientos. Pero la esperanza es similar al sentimiento de motivación. La motivación no fluye en nosotros de forma consistente y sin esfuerzo, día a día, impulsándonos. Seamos honestos, todos hemos tenido esos días en los que no tenemos motivación, algunas veces por razones obvias, pero a menudo aparentemente sin ninguna “buena” razón del todo. 

La esperanza puede ser igual de efímera y a menudo dependemos de fuentes externas para evocar la sensación. ¿Será que los medios compartieron una historia positiva de gente joven que impulsó a su comunidad a plantar un bosque? ¿O destacaron otra inundación apocalíptica, un incendio forestal y una plataforma de hielo colapsada? Dado que las noticias están sesgadas hacia lo negativo y amarillista, por lo general no inspiran mucha esperanza. 

Así que, cuando se trata de abordar los problemas más urgentes de nuestro tiempo, creo que debemos centrarnos más en el compromiso que en la esperanza. Intento aplicar esta actitud en mi propio trabajo de conservación ambiental. 

El compromiso no se trata de si me despierto “con ganas” de hacer el trabajo. Yo soy apasionada en cuestiones relacionadas al planeta y me considero a mi misma una activista ambiental desde joven. Pero no voy a mentir, hay días que prefiero ver Netflix que imaginar la estrategia del panorama general para impulsar a la Asociación Ambiental Finca Cántaros a lograr sus objetivos relacionados con la educación ambiental, restauración de bosques e investigación. 

El compromiso no se trata de si me despierto naturalmente esperanzada sobre el futuro del planeta. De nuevo, soy apasionada sobre el planeta y nunca me he dado por vencida en el trabajo ambiental en el que me he involucrado de una forma u otra desde que era joven, porque soy genuinamente optimista. Pero tampoco voy a mentir, hay días en los que preferiría echarle un vistazo a Netflix después de enterarme de una historia más sobre los devastadores impactos del cambio climático. 

El compromiso se trata de enfocarme en lo que creo y me importa y tomar las correspondientes acciones sin importar si me siento esperanzada o no, ya sea motivada o no. 

(Claro que viene con el reconocimiento de que soy humana y algunas veces esa pequeña y tentadora voz atrayéndome a Netflix va a ganar. Pero el compromiso significa no dejar que esa vocecita me atraiga por mucho tiempo.)

Para mí, la insistencia de un activista de “demandas y no esperanzas” expresa la necesidad de ir más allá de un sentimiento, sin importar qué tan importante el sentimiento de esperanza podría ser. La acción debe ser manifestada por los líderes mundiales comprometidos realmente con los objetivos globales prometidos en esta reciente COP26.  

Pero yo aseguro que es igualmente importante para los individuos de comprometerse con el compromiso, además de la esperanza, para ayudar a abordar la crisis climática a nivel personal.

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